Puede que no me queden palabras para otros, igual y tengo un montón de silencios, supongo que callarme casi dos años nunca estuvo entre mis planes. Simplemente necesitaba un paréntesis. O dos. Unos cuantos espacios para dejar atrás incisos que duelen. Y también fue buena idea darle varias veces al Enter. Hoja nueva. ¿Vuelta de página? No, cambio de libro. Y seguir con mi paranoica verborrea, que aún me quedan muchas cosas por decir. Pero, eso sí, a partir de ahora con la certeza de que las personas no se olvidan, solo dejan de importar.
Hoy tengo un poco más de ganas de escribir. Aunque los días a veces se me hagan demasiado aburridos sin ver a todo mi mundo conectado hay personas que logran salvar parte de esos días: mi novio, mis únicas dos amigas, mi familia -aunque esté a un poco más de 1000 kilómetros de mí, físicamente, obvio-. Aún así me siento un poco impotente, vulnerable quizás, un poco arrepentida, un tanto molesta, triste a la vez, confundida. De repente me da risa ver las grandes historias que guarda un simple verso, las incontables historias que guarda un libro, un lapicero, o hasta un corazón. Son emociones, sentimientos, todo plasmado en un trozo de papel. Son vivencias, dolores, miedos recreados en tinta. Sólo un poco de importancia para quién los lee, nunca serán leídos por quién los escribe, porque dolería como 50 puñaladas sin morir aún. Aún así no quieres que deje de doler, cada cosa que escribes es un pedazo de ti.
Y a pesar de todo nos encanta sufrir, así somos los humanos. Masoquistas de nacimiento (en especial yo). La idea de que debemos sentirnos así, pero no nos daña del todo, nos alimenta para crecer de a poco.
Un poco de felicidad no daña a nadie, ni siquiera a un artista, pero de aquellas felicidades suelen venir decepciones, es cuando esperas demasiado de ti o de alguien más, y lo pierdes todo. Pasar el día en las nubes no tiene nada de malo, lo malo es bajar. Las malas experiencias suelen fortalecer y sirven de colchón para cuando caigas de la nube a la cual te subiste. En mi caso no es así del todo, mis malas experiencias son escaleras que me ayudan a subir a una nube más alta, pero más segura de acercar mi meta. Subir no es malo, duele bajar, pero no te mata.
A veces es bueno mirar el pasado, ver en qué nos equivocamos de una manera más calmada. Siempre te dañará recordar algunas cosas, así como muchos momentos volverán a hacerte sonreír. Son cosas que vale la pena volver a sufrirlas, vivirlas, disfrutarlas nuevamente, un artista suele ver las cosas así... o al menos, mi artista interior ve las cosas de aquella forma... No es algo malo, al contrario.
Todo es un instante, y cada uno es pasajero. Aunque me cueste aceptarlo ningún «para siempre» realmente dura para siempre y eso está bien. Bueno o malo, habrá que dejarlo ir en algún punto, entonces lo que queda es disfrutar... sólo disfrutar, pues esto no se va a repetir otra vez.
Buenas noches.
Hoy tengo un poco más de ganas de escribir. Aunque los días a veces se me hagan demasiado aburridos sin ver a todo mi mundo conectado hay personas que logran salvar parte de esos días: mi novio, mis únicas dos amigas, mi familia -aunque esté a un poco más de 1000 kilómetros de mí, físicamente, obvio-. Aún así me siento un poco impotente, vulnerable quizás, un poco arrepentida, un tanto molesta, triste a la vez, confundida. De repente me da risa ver las grandes historias que guarda un simple verso, las incontables historias que guarda un libro, un lapicero, o hasta un corazón. Son emociones, sentimientos, todo plasmado en un trozo de papel. Son vivencias, dolores, miedos recreados en tinta. Sólo un poco de importancia para quién los lee, nunca serán leídos por quién los escribe, porque dolería como 50 puñaladas sin morir aún. Aún así no quieres que deje de doler, cada cosa que escribes es un pedazo de ti.
Y a pesar de todo nos encanta sufrir, así somos los humanos. Masoquistas de nacimiento (en especial yo). La idea de que debemos sentirnos así, pero no nos daña del todo, nos alimenta para crecer de a poco.
Un poco de felicidad no daña a nadie, ni siquiera a un artista, pero de aquellas felicidades suelen venir decepciones, es cuando esperas demasiado de ti o de alguien más, y lo pierdes todo. Pasar el día en las nubes no tiene nada de malo, lo malo es bajar. Las malas experiencias suelen fortalecer y sirven de colchón para cuando caigas de la nube a la cual te subiste. En mi caso no es así del todo, mis malas experiencias son escaleras que me ayudan a subir a una nube más alta, pero más segura de acercar mi meta. Subir no es malo, duele bajar, pero no te mata.
A veces es bueno mirar el pasado, ver en qué nos equivocamos de una manera más calmada. Siempre te dañará recordar algunas cosas, así como muchos momentos volverán a hacerte sonreír. Son cosas que vale la pena volver a sufrirlas, vivirlas, disfrutarlas nuevamente, un artista suele ver las cosas así... o al menos, mi artista interior ve las cosas de aquella forma... No es algo malo, al contrario.
Todo es un instante, y cada uno es pasajero. Aunque me cueste aceptarlo ningún «para siempre» realmente dura para siempre y eso está bien. Bueno o malo, habrá que dejarlo ir en algún punto, entonces lo que queda es disfrutar... sólo disfrutar, pues esto no se va a repetir otra vez.
Buenas noches.